Ponencia en la Mesa Redonda “ Traducción al español de la Literatura Japonesa : 15 años despues de la muerte de Montse Watkins” ( Instituto Cervantes, 4 de octubre del 2015 )
Hace treinta años fundé la Editorial Gendaikikakusitsu que sigo dirigiendo hasta el día de hoy. Es una editorial pequeña pero publica libros de diversos temas del área de las humanidades. Destacaré que en estos años hemos publicado más de cien títulos de literatura, historia, filosofía, pensamiento, música, cine, bellas artes, diseño, etc. relacionados con Latinoamérica y España porque yo mismo he tenido un gran interés en la historia y cultura del mundo hispánico. En ese sentido puedo presumir de haber contribuido de alguna manera a la divulgación de la diversidad y la riqueza de las diferentes expresiones culturales del mundo hispánico entre los lectores japoneses.
Sin embargo, el intercambio cultural no ha de ser unilateral. Es absolutamente necesario establecer el vínculo de integración y comunicación recíprocas. Tuvimos la oportunidad de conocer a Montse Watkins a principios de los años 90 cuando nuestra editorial llevaba quince años de actividad y ya habíamos publicado bastantes libros sobre el mundo hispánico. Tan pronto nos pusimos a conversar con Montse Watkins nos dimos cuenta del profundo interés que tenía por la cultura japonesa. El motivo había sido el arte tradicional y las películas de Yasujiro OZU que vio en España, y pudimos percibir enseguida la rapidez y la profundidad sorprendente con que se había sumergido en la cultura japonesa desde que empezó a vivir en Japón.
Destacaré especialmente dos aspectos: En primer lugar ella había incorporado en su estilo de vida abundantes costumbres que los japoneses contemporáneos habían olvidado y abandonado. En segundo lugar, había leído, investigado y asimilado obras literarias de las épocas moderna y contemporánea de Japón. Yo trabajaba en la publicación con esposa Hideko Karasawa. Y diría que un lazo muy especial de amistad unió a Montse y a Hideko desde el primer momento.
Montse nos comunicó que deseaba traducir las obras literarias de los autores japoneses más famosos al español y publicarlas. Asimismo, que ella ya tenía traducida al español la obra “Hakai” El precepto roto, de Toson SHIMAZAKI. Es una obra que trata sobre un problema social grave arraigado en la sociedad japonesa: discriminación y persecución de las personas de determinada clase social, lugar de residencia y profesión. Nos quedamos muy asombrados al enterarnos la profundidad con la que ella había comprendido la sociedad japonesa cuando nos contó que había terminado de traducir esta obra que no es nada fácil de interpretar.
Y desde ese preciso instante supimos que podríamos trabajar juntos con ella con una profunda relación basada en la confianza mutua.
Nuestra forma de trabajar como editorial hasta entonces consistía en traducir los libros del mundo hispánico al japonés, publicarlos y distribuírlos en Japón, es decir, nos limitábamos a la importación de la cultura hispánica. Si nuestra editorial pudiera proporcionar y vender las traducciones al español de la literatura japonesa realizadas por Montse conseguiríamos un intercambio cultural realmente recíproco, y haríamos realidad nuestro sueño de muchos años. Estimulados por esta idea pusimos en marcha el proyecto encaminado a realizar el sueño compartido de Montse y nosotros.
Entre la selección de escritores de literatura de los siglos XIX y XX cuya traducción al español deseaba publicar, figuraba, además de Toson SHIMAZAKI, Kenji MIYAZAWA, Soseki NATSUME, Ogai MORI, Osamu DAZAI, Ryunosuke AKUTAGAWA, Yakumo KOIZUMI y Saneatsu MUSHANOKOJI. Nos pareció perfecta esta selección de los mejores y más representativos escritores japoneses.
Por otro lado, Montse pensó que era imprescindible obtener una financiación para sus publicaciones y así poder materializar este proyecto que nunca gozaría de recompensa económica. Pensó en el programa de subvención a las publicaciones de la Fundación Japón, Kokusai koryu kikin y presentó la solicitud correspondiente. Su entusiasmo también conmovió a todo el personal encargado de dicha Institución. En 1994 fue publicado la colección de relatos titulada Tren Nocturno de la Vía Láctea, obra de Kenji MIYAZAWA, nuestro primer trabajo con la subvención de la Fundación. Montse Watkins llevó a cabo una gran obra traduciendo y publicando trece obras literarias japonesas durante los seis años transcurridos desde ese año de 1994 hasta 2000, cuando tristemente falleció.
Como he dicho anteriormente, recogimos en nuestra alma unos frutos culturales realmente grandiosos traduciendo y dando a conocer obras excelentes del mundo hispánico en Japón. Pero podríamos decir que teníamos un déficit en la difusión de la cultura de Japón. Pienso que, en cuanto al mundo literario japonés pudimos corresponder a Uds., aunque de forma modesta, trabajando junto con Montse. Si la presentación y difusión del patrimonio espiritual japonés llegó a ser un intercambio realmente recíproco fue gracias a Montse, promotora de este gran proyecto, quien contribuyó con su estusiasmo inagotable, lo cual significó una profunda alegría para nosotros, el personal responsable de Gendaikikakushitsu, que felizmente actuamos como intermediarios.
Siguiendo con otro tema, Montse tenía, además de su faceta de traductora y difusora de la literatura, su faceta de periodista. Su trabajo periodístico ¿El fin del sueño?: Latinoamericanos en Japón y la traducción al japonés del mismo, titulada 夢のゆくえy realizada por Mitsuko Ido, lo publicamos también en Gendaikikakushitsu y fue una labor absolutamente necesaria para nosotros.
La sociedad japonesa se ha aferrado desde épocas antiguas a la idea de que es un país monoétnico, es decir, que los japoneses provienen de una sola etnia homogénea de pura raza. Estas teorías sobre la pureza racial se vinculan fácilmente con el etnocentrismo extremo o la xenofobia. Japón cometió el error de someter al colonialismo e invasión a los países vecinos basándose en esa teoría desde fines del Siglo XIX hasta la mitad del XX. Y la noción de que Japón es un país de raza homogénea perdura en la sociedad aún después de la derrota en la guerra.
La sociedad actual en el proceso de envejecimiento y la baja tasa de natalidad ha empezado a sufrir de escasez de fuerza laboral joven para realizar trabajos no cualificados. A comienzos de los años noventa, el gobierno japonés abrió el mercado laboral y reconoció el derecho a la residencia y empleo de los NIKKEI o descendientes de los japoneses que emigraron a ultramar en el pasado, para dedicarse a ese tipo de trabajo. En América Latina hay una colonia muy numerosa de japoneses, el primer lugar lo ocupa Brasil, con 600.000 personas. En Japón desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX el gobierno de la época adoptó la política de abandonar a la gente haciéndola exiliarse con el objetivo de reducir la población pobre en las zonas agrícolas, lo cual llevó a un gran número de japoneses a emigrar a varios países latinoamericanos como Perú, Argentina, etc. Transcurrido un siglo empezaron a venir a trabajar al Japón enriquecido económicamente los descendientes de estos primeros emigrantes.
Algún tiempo después se fundó CATLA, el “Comité de Apoyo a los Trabajadores Latinoamericanos”. Y estos emigrantes que vinieron de lejanas regiones empezaron a hacer frente a numerosas dificultades tales como las duras condiciones laborales, bajos sueldos o lesiones o accidentes durante la jornada laboral, por lo cual surgió la necesidad de contar con alguna entidad que les asistiera. No hace falta insistir en que el idioma era una barrera, y que se habían acumulado numerosos problemas concernientes a la vida cotidiana. La manera de dividir la basura, la escuela en que estudian sus hijos, la negociación con dueños de casas que no desean inquilinos extranjeros, discriminación racial – había un sinfin de problemas y la necesidad de establecer relaciones positivas conversando con calma y negociando a través de intermediario adecuado para conseguir un verdadero entendimiento cultural. Nosotros colaborábamos en las actividades de CATLA. De hecho, conocimos a Montse Watkins justamente en una reunión de esa entidad porque ella ayudó a muchos inmigrantes en todo tipo de problemas.
La tendencia general del mundo actual, a medida que avanza la globalización, es que los trabajadores se trasladan a una sociedad más “rica”, económicamente hablando y, por tanto, los emigrantes tendrán que hacer frente a diversas dificultades.
Deben de existir muchas historias de sufrimientos que soportan los trabajadores inmigrantes. De la misma manera, deben de nacer historias de felices encuentros entre diferentes culturas en una sociedad abierta donde se muestra la iniciativa sincera de proponer y mejorar las condiciones para la garantía de los derechos humanos fundamentales, la vida y el trabajo de los que vienen de lejanas tierras.
Por eso comprendo muy bien que la periodista Montse Watkins tuviera tanto interés en estos problemas dada su profunda empatía y su espíritu humanista.
La edición en español de su libro sirvió para que los trabajadores emigrantes provenientes de la América Latina conocieran su situación actual en base a los antecedentes y el contexto histórico. Por otro lado, la traducción al japonés ha sido muy útil para que los japoneses sepamos cómo trata su sociedad a los trabajadores que vienen del exterior.
Pese a todo, Montse, con su afán investigador de periodista, siguió siendo amante de la literatura. En 1997 publicamos la antología de cuentos cortos escritos por los trabajadores de origen latinoamericano y editada por ella, algunos de los cuales siguen viviendo en Japón. Se titula Encuentro: Colectánea de autores latinos en Japón. Tengo la sensación de que la palabra “encuentro” representa su más profundo deseo a modo de plegaria.
En resumen, y como hemos visto, Montse Watkins fue pionera en numerosas áreas y realizó un gran trabajo traduciendo al español la literatura japonesa y divulgándola así como reflexionando sobre el vínculo que une a los países latinoamericanos y a los inmigrantes japoneses. Es verdad que tuvo la suerte de contar con varias personas que trabajaron y colaboraron con ella. No obstante, nada de todo esto hubiera sido posible sin la fuerza motriz de su acción, ilusión y actividad. En ese sentido la personalidad y la labor cultural de Montse Watkins son el magnífico puente inmortal que une el mundo hispánico con el japonés.
Transcurridos quince años desde su prematuro fallecimiento, le reitero una vez más mis palabras de agradecimiento: ¡Gracias, Montse!
Muchas gracias por su atención.(traducido al español por Elena Gallego )